Jorge Zepeda Patterson
05/02/2017 - 12:00 am
(Des) Hecho en México
El problema con el patriotismo es lo fácil que desemboca en el patrioterismo, particularmente cuando es invocado por una clase política cuya aspiración en la vida es comprar casa en San Antonio y apartamento en Miami. La campaña lanzada hace unos días por el Presidente Enrique Peña Nieto para promover el consumo de los productos […]
El problema con el patriotismo es lo fácil que desemboca en el patrioterismo, particularmente cuando es invocado por una clase política cuya aspiración en la vida es comprar casa en San Antonio y apartamento en Miami.
La campaña lanzada hace unos días por el Presidente Enrique Peña Nieto para promover el consumo de los productos hechos en México parecería una iniciativa encomiable y bien intencionada. En realidad no es tan inocente y entraña riesgos.
Por un lado, por las actitudes y sentimientos nacionalistas y proteccionistas que puede provocar. Exhortar a consumir productos mexicanos en detrimento de los extranjeros es justamente lo que Donald Trump ha propuesto pero a la inversa. Refugiarnos en el proteccionismo tricolor para defendernos del proteccionismo que intenta imponer la Casa Blanca, no nos lleva a ningún lado. Por el contrario, de lo que se trata es de defender la libre circulación de productos y personas entre fronteras y mercados de consumo, algo a lo que Trump le ha declarado la guerra.
¿Cómo defender el argumento que permite a los japoneses de la Honda invertir en México con el propósito de exportar sus autos a Estados Unidos si nos envolvemos en la bandera y proponemos un boicot disfrazado contra los productos extranjeros? Y no seamos inocentes: una campaña para consumir artículos mexicanos es por omisión una campaña para abandonar los que no son mexicanos.
Ciertamente sería sano fortalecer el mercado interno, pero eso solo se logra mejorando el poder adquisitivo de los sectores populares. Significa combatir la desigualdad y la pobreza; es decir, afectar a un sistema que opera en detrimento del desprotegido y a favor del privilegiado. Obviamente eso es más difícil que lanzar una convocatoria demagógica y lacrimógena para consumir exclusivamente lo que ha sido preparado por manos mexicanas.
También sería deseable sustituir importaciones para disminuir nuestra dependencia. Pero la única manera de hacerlo bien es mejorando la competitividad de los fabricantes nacionales para que usted y yo no resultemos lesionados, en calidad y precio, al preferir un producto mexicano. El problema para el gobierno es que mejorar la competitividad de nuestras empresas supone sacrificios fiscales, combatir monopolios y oligopolios, propiciar la mano de obra calificada, evitar la sangría por la corrupción o hacer más eficiente la infraestructura de todo tipo, entre otras cosas. O sea, pedir peras al olmo.
Al desenterrar del panteón la campaña Hecho en México, sin tocar los temas de fondo, Peña Nieto exalta el sentimentalismo en detrimento de la razón. Intentar sacar raja de un patrioterismo trasnochado y ponerse a la cabeza de una cruzada a favor de los supuestos intereses del pueblo.
En realidad los intereses nacionales pasan por sumarse a los esfuerzos internacionales para contrarrestar a Trump. Los aliados de México en este momento son todos los rivales que ha generado el incendiario mandatario neoyorquino. La lista de frentes abiertos que tiene Trump es enorme y crecen cada día: los gobiernos estatales dañados por sus estrategias, las ciudades santuario opuestas a su política migratoria, las universidades y el mundo académico que lo desafía, las empresas importadoras estadounidenses afectadas, Europa y China, los demócratas, los líderes religiosos preocupados por la intolerancia, los millones que han salido a marchar, la prensa y los medios de comunicación, la industria del entretenimiento afincada en Hollywood, entre otros muchos.
No está mal la idea de hacer boicot a todo aquello que se convierta en cómplice de Trump, pero no a las empresas e instituciones que se oponen a sus iniciativas y elevan el costo político y económico de sus caprichos y desplantes. Doscientas mil personas dieron de baja la aplicación de Uber cuando se enteraron de que su director formaba parte de un consejo asesor de Trump. Ante la reacción, el ejecutivo prefirió retirar su apoyo al mandatario. Pero de la misma forma, no tiene sentido boicotear a Amazon o a Starbucks, que han salido en defensa de los migrantes y están dispuestos a resistir a la Casa Blanca.
México no va a vencer a Trump, pero sí puede formar parte de las fuerzas que podrían debilitarlo y contenerlo. Esto implica una estrategia inteligente de alianzas internacionales y, sobre todo, de complicidad con aquellos que pueden disuadir y afectar al presidente; y la mayor parte de estos protagonistas están en Estados Unidos.
En lugar de una convocatoria a consumir lo exclusivamente hecho en México, lo que necesitaríamos es una información oportuna y actualizada de todo aquello que favorece a Trump y todo aquello que lo resiste. Y entonces sí, operar en consecuencia.
Por último, habría que explotar mejor el hecho de que lo mexicano forma parte intrínseca de la vida estadounidense: en términos demográficos, culturales, laborales y políticos. No se trata de cerrarnos sino de abrirnos con inteligencia y responsabilidad. La “causa México” es una de varias causas surgidas a raíz de las amenazas del nuevo gobierno. No es apelando al sarape y al tequila como podremos salir bien librados de este Atila.
@jorgezepedap
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